19 oct 2009
La polio de los cincuenta, una negligencia del franquismo
DIEGO BARCALA - MADRID - 19/10/2009 06:30
El último brote de poliovirus en España atacó a una generación de niños nacidos entre 1950 y 1964. Se adentró en su médula espinal y les paralizó, algunas veces de por vida, sus extremidades. Han aprendido a vivir en permanente superación hasta que, desde hace una década, nuevos achaques relacionados con el virus en partes de su cuerpo sanas les ha despertado el interés por mirar atrás, asociarse y apoyarse en investigadores para demostrar cómo el franquismo ocultó la epidemia a la sociedad para tapar miles de contagios que pudieronser evitados.
La vacunación masiva y gratis llegó a España en 1964, una década después de que Jonas Salk inventara la vacuna en EEUU. Miles de bebés se contagiaron sin remedio, como Lola Corrales, presidenta de la Asociación de Afectados de Polio y Síndrome Postpolio, que contactó con el virus con 13 meses. Ahora vive una lucha continua para que se sepa la verdad de aquellos años. Su asociación denunció al Estado en 2005 por negligencia, pero el juez, sin abrir diligencias, acabó archivando el caso por falta de identificación de los posibles culpables.
"Mucha gente no quiere que se sepa por qué algunos nos contagiamos mientras a otros niños afines al régimen sí que se les protegió", denuncia Corrales. Se refiere a las campañas de vacunación que la Dirección General de Sanidad llevó a cabo entre 1955 y 1958. En tres años se vacunaron sin publicidad alguna a 200.000 niños a través del Auxilio Social o por la iniciativa de particulares y grandes empresas que vacunaron a los hijos de sus empleados.
"Luchas internas de poder"
El médico de la Universidad de Salamanca, Juan Antonio Rodríguez, revela en el libro Responsabilidades no asumidas: la poliomielitis en España (1954-1967), que se publicará en diciembre, que detrás de la mala praxis del Gobierno hubo "luchas de poder internas". La implantación de la vacuna enfrentó al Seguro Obligatorio de Empleados (SEO), dominado por Falange, y la Dirección General de Sanidad (DGS), gestionada por los sectores militares católicos. "El SEO apostó por la vacuna inyectable de Salk y la DGS por la oral de Albert Bruce Sabin. Ambos querían el control de la Sanidad y el régimen no quería afrontar el gasto de una vacunación que no era obligatoria, pero que debió ser prioritaria", resume Rodríguez.
Los despropósitos del régimen, incapaz de reaccionar, llevó a una estrategia de ocultación. "Hay un dato ineludible. Cuantos más casos se fueron produciendo, menos noticias aparecen en prensa y los responsables del régimen niegan la epidemia", explica Rodríguez. El régimen no afrontó la enfermedad hasta 1964 cuando la batalla interna fue ganada por el sector militar católico que asumió el monopolio de la vacunación con la imposición de la Sabin (oral) a través de la DGS.
Hasta entonces se dispensó la vacuna para tres sectores de población. La beneficiencia del Auxilio Social la dipensaba gratis gracias a donaciones de países como EEUU. Un segundo sector de la población debía pagar nueve pesetas por las tres dosis y los más pudientes 27 pesetas. "Eran unas cantidas inasumibles. El régimen hizo un estudio manipulado que decía que el coste estatal de la vacunación era de 600.000 pesetas por niño. No querían afrontar el problema mientras gastaban el dinero en otras cosas, como en construir el Valle de los Caídos", explica Rodríguez.
Una vez pasada la epidemia, la propaganda de la década de 1960 publicitó la superación de la enfermedad. "Fue algo propio de una dictadura fascista, y sobre todo católica, que exaltó la resignación y el esfuerzo", analiza. Documentales, reportajes y actos públicos señalaban una ficticia superación de las secuelas. "La enfermedad es muy democrática, porque afecta a todas las capas sociales, pero la desigualdad vino después con la rehabilitación", explica Rodríguez. Pacientes como Corrales sufrieron enésimas operaciones en sus extremidades de dudosa eficacia que perjudicaron su crecimiento.
El profesor Rodríguez coincide con la descripción del carácter del poliomielítico que la propia Corrales desarrolla. "Pasas décadas superando la discapacidad. Me miraban por la calle y me daba igual, tenía mi pareja, mi hijo, mi trabajo y de repente, ¡zas! Un nuevo hachazo, el síndrome", explica Lola. Las asociaciones luchan por el reconocimiento y la investigación, como una nueva patología, de las secuelas que afectan a las neuronas sanas de aquellos que superaron la poliomielitis hace décadas.
Han enviado al Ministerio de Sanidad cartas pidiendo la investigación de sus achaques y alertan de que en los últimos años han conocido 10 casos de muertes por el síndrome. "El último fue la semana pasada. A una persona que convivió 30 años con una desviación de columna le aparecieron problemas respiratorios y murió tras ser operado, con apenas 55 años", alerta Lola.
Piden un censo fiable
"Nos han engañado", reclama Corrales. La asociación cuenta con 300 miembros y apenas es una pequeña muestra de los miles de afectados. En 2002 consiguieron llevar al Congreso una propuesta para reconocer el síndrome. El Instituto de Salud Carlos III elaboró un informe que determinó 35.000 enfermos oficiales de polio. Una cantidad mínima que destapó el interés franquista en no registrar los casos. La asociación pide que se haga un censo fiable y se emprendan medidas públicas de ayuda.
La ocultación del régimen no se quedó en los años sesenta. Rodríguez ha investigado en el Archivo General de la Administración y denuncia que los documentos de las compras de las vacunas han desaparecido. "Alguien mandó destruir esa parte de la Historia previa a 1964, cuando ya se implantó la vacunación", concluye.
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